Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos"
(San Buenaventura)

5.3.10


Continúan las Apariciones de Nuestra Señora


Día 1 de marzo, lunes: Primer Milagro
Se han congregado más de mil quinientas personas
y, entre ellas, por primera vez, un sacerdote.
Durante la noche, Catalina Latapie, una amiga de Lourdes, acude
a la Gruta, moja su brazo dislocado en el agua del
manantial y el brazo y la mano recuperan su agilidad.
Día 2 de marzo, martes:
– ¿Qué te ha dicho?
– Que vaya a decir a los sacerdotes que se
venga en procesión.
– Oh, si él (el párroco) no quiere creerme,
que me deje. Yo he cumplido el encargo.
– Señor cura, Aqueró (antes de estar segura
de que era la Virgen quien se le aparecía,
Bernardita utilizaba esa palabra
imprecisa para nombrar a la Señora) me
ha dicho: «Vaya a decir a los sacerdotes
que se construya aquí una capilla.»
– Estoy muy contenta. Ya cumplí el
encargo.
Día 3 de marzo, miércoles:
– Señor cura, la Señora sigue pidiendo la capilla.
Día 4 de marzo, jueves: un hombre le
presenta una niña ciega.
– ¡Pida que la laven en la fuente!
Una señora le presenta un niño enfermo:
– Rezaré por su hijo. En cuanto a la vela,
póngala usted misma en la gruta o en la iglesia.
– ¿Qué te ha dicho la Señora?
– Le he preguntado su nombre. Ella sonrió.
Le he pedido que haga florecer el
rosal. Sonrió de nuevo. Pero sigue queriendo la capilla.
Día 25 de marzo, jueves: ¡El nombre que se esperaba!
Por fin la visión revela su nombre; pero el rosal
silvestre sobre el cual posa los pies durante
las apariciones, no florece.
Bernardita cuenta: "Levantó los ojos hacia
el cielo, juntando en signo de oración
las manos que tenía abiertas y tendidas
hacia el suelo, y me dijo: que soy era la
Immaculada Councepciou".
La joven vidente salió corriendo, repitiendo sin cesar,
por el camino, aquellas palabras que no entiende.
Palabras que conmueven al buen párroco, ya que
Bernardita ignoraba esa expresión teológica que
sirve para nombrar a la Santísima Virgen.
Sólo cuatro años antes, en 1854, el papa Pío IX
había declarado aquella expresión
como verdad de fe, un dogma.