Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos"
(San Buenaventura)

1.4.10

jueves Santo

Homilía del Pbro. Mario Pantaleo (1915 -1992)

La Cena Pascual, una fiesta tradicional del Pueblo Judío, se celebraba el viernes por la noche. Por la tarde sacrificaban un cordero en el templo, el cordero que luego comerían en familia.
Pero Jesús decide adelantarla y celebrar la conmemoración de la Pascua Judía un día antes, porque ÉL en persona sería, en la cruz, el Cordero de dios sacrificado por todos los pecados del mundo. En ese momento, ya comenzaba a sentir en el alma el tremendo peso de la cruz.
Algunos dicen que en este día, Jueves Santo, se conmemoran tres grandes misterios: la institución de la Eucaristía, la del Orden Sacerdotal y la del mandamiento del amor fraterno.
La conmemoración puede ser un hecho muy imortante y es de por sí una expresión significativa. Sin embargo, mi idea no coincide con la general. En realidad, pienso que el misterio no es una conmemoración. Es una donación. Y cuando el hombre la recibe, constituye un Sacramento.
La Sagrada Eucaristía es la donación de Cristo, hombre y Dios, que concede el Padre a todos Sus hijos. la Eucaristía convierte al hombre en Sacramento, pero muchas veces la cotidianeidad del gesto hace perder la verdadera perspectiva.
En la Última Cena Jesús realizó ese gesto que ahora resulta tan familiar: "Tomó el pan, dió gracias, lo partió y dijo: "Éste es mi cuerpo que se entrega por ustedes, hagan esto en memoria mía". Porque "Yo soy el pan de la vida eterna, quien me come vive en mí y yo en él". ¿Han entendido? "Aquel que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él".
La institución del Orden Sacerdotal es también una donación. A ejemplo de Melquizedec, el Sacerdote de la Vieja Ley, el hombre goza el Nuevo Sacramento del perdón y la gracia. Los ordenados posee el poder redentivo de Cristo que asegura: "Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a quienes ustedes se los retengan".
Pero no son un selecto círculo de iluminados. Ningún sacerdote puede comportarse como si fuera "el juez" que concede el perdón a los culpables de pecado. Tan sólo es un delegado de Jesús en la Tierra. Un intermediario quepurifica a todos los que se acercan a la Cena Eucarística con la esperanza del Banquete Final. Él apacienta las ovejas del Buen Pastor.
Su ministerio tiene que ser una suma de actos concretos en favor del prójimo. Y cada uno debe ser humilde, tolerante, para poder comprender así a todos los hombres. Porque todos fueron creados por el Señor.
Y por último el mandamiento del Amor. Es el mandammiento del vínculo de la perfección, la plenitud de la Ley. Paz en la Tierra y eternidad en el Cielo:"Ámense los unos a los otros como yo los he amado", exhorta Jesús a sus discípulos.
Antes de compartir la mesa, Jesús les lavó los pies y luego les preguntó:"comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?. Tal vez en ese momento ninguno pudo entenderlo. Tal vez muchos aún no lo entienden.
Ellos andaban descalzos por la vida, y el pecado recorría las calles de Jerusalén. Pedro quería compartir la misma suerte que su Señor, entonces le pidió que le lavara "no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Pero el futuro jefe de la Iglesia ya estaba limpio, había sido bautizado.
Me gusta pensar que Jesús estaba purificando sus pies para que cuando tuviera que transitar caminos sinuosos y pedregosos nada pudiera ensuciarlo de pecado. El Señor siempre estaría a su lado.
Jesús, siendo Dios, les lavó los pies. Se hizo servidor. Entonces, con más razón, ellos tenían que ser, en adelante, servidores de otros. En verdad, dice el Hijo del hombre, "el servidor no es más grande que su Señor, ni el enviado más grande que el que lo envía". Compartieron juntos el pan y el vino. Después, cuando terminaron de cenar, Jesús se levantó y se dirigió hacia el Huerto de los Olivos a rezar.
El misterio del Jueves Santo transforma a todos los hombres que aman al Señor en Sacramento vivo. A todos los que escuchan, comprenden y practican las enseñanzas del Hijo de Dios.
Esta reflexión da vértigo, pero también una gran esperanza. Toma al hombre de la mano para que pueda ser capaz de intuir la profundidad de la enseñanza de Cristo. El hombre se convierte en Sacramento, amor y redención. En misterio.
"Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican". Ustedes serán felices si pueden abrazar la cruz.

Bajo el cielo de Getsemaní

Como de costumbre, Jesús se dirigió con algunos de Sus discípulos hacia el monte de los OLivos para rezar. Cuando llegaron al lugar, con el corazón en la garganta, les dijo:"Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo". Se adelantó un poco y se desplomó en Tierra, con la angustia inundando Sus ojos. Entonces, lleno de miedo por la suerte que tenía que correr, elevó una plegaria al Padre: "Si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya".
Me imagino que, en ese dolor agónico , todos los sufrimientos del mundo debían estar presentes, traspasando el Corazón de Jesús.
Si bien el Hijo del hombre les había suplicado a Pedro y a los hijos de Zebedeo que se quedaran velando con Él, ellos se quedaron, pero dormidos. El Señor había querido tenerlos cerca. Como hombre, esperaba algún consuelo por parte de ellos, y como Dios, sabía que por más que hubieran querido aliviarlo, era imposible disipar tanta amargura.
También me imagino que sólo su madre hubiera sido capaz de consolarlo con sus caricias o con su presencia discreta, pero concreta. La Virgen María no lo acompañó al huerto de Getsemaní. Sin embargo, a diferencia de los discípulos, María no dormía. Lo que le había profetizado el viejo Simeón hace muchos años, en el Templo, comenzaba a cumplirse. Una espada se acercaba, sigilosa, para atravesarle el corazón. Y a pesar de la distancia física que la separaba de su Hijo, ella estaba presente, acompañándolo en Su dolor.
A través de la oración, Cristo se abandona a la voluntad del Padre que le envía un ángel para consolarlo. Acepta beber el cáliz hasta el fondo, confiando en su Amor: "Padre, hágase tu voluntad".
Aún cuando tengan miedo y sientan que sus fuerzas son limitadas, oren. No lo duden nunca. Oren, porque el Señor los mantendrá firmes, no los abandonará nunca y los asistirá en el dolor. La oración es el único camino para alcanzar la paz. Que sus corazones no se queden dormidos.
Quisiera acompañar a Jesús en Su dolor, para hacerlo más tolerable. Acompañarlo, por Amor. Quiero quedarme un momento en un silencio adorante para repetir en mi corazón las mismas palabras que el Señor pronunció bajo el cielo en Getsemaní: "Padre, hágase Tu voluntad". Te pido la fuerza para abrazar la cruz.

Fuente: "Palabras para mi pueblo" - Edit. Sudamericana