Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos"
(San Buenaventura)

17.4.11

Domingo de Ramos



Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
-«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédrnelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
-«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
-«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
-«Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.»

Palabra de Dios.



A continuación, algunos extractos de un capítulo de la "Historia de Cristo" de G. Papini.

"Maran Atha"
Pero al menos por un día será semejante al Rey que los pobres esperan todas las mañanas del año a las puertas de la santa ciudad. La Pascua se aproxima. La última Semana que no tendrá nunca fin -aún no despuntó el nuevo Domingo- está por empezar. Pero esta vez Jesús no entra, como las otras veces, obscuro viajero, mezclado en el río de la peregrinación, en la metrópoli maloliente, acostada, con sus casas blancas, como los sepulcros, bajo la vanagloria sobresaliente del templo destinado al incendio.
Esta vez, que es la última, Jesús está acompañado de sus fieles, de sus allegados, de sus conciudadanos, de lasmujeres que llorarán, de los doce que se esconderán, de los galileos que van para conmemorar un milagro antiguo, pero con la esperanza de presenciar un milagro nuevo.Esta vez no se halla solo: la vanguardia del reino está con él. Y no llega de incógnito: la fama de las resurrecciones lo ha precedido. También en lacapital, donde reinan el hierro de los Romanos, el oro de los Mercaderes, la letra de los Fariseos, hay ojos que espían desde el monte de los Olios y corazones que suenan bajo una palpitación desconocida.
Esta vez no quiere entrar a pie en la ciudad que debería ser el trono de su reino y será su fosa.
Llegado a Betfagé, manda a dos de los Discípulos por un asno. Lo hallarán atado a un cerco: es desatado y llevado, sin pedir permiso a nadie. "Si el patrón dijere algo, contestadle que el Señor lo necesita".
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Los que acompañaban a Jesús en el descenso se sentían arrebatados en aquel feliz arrobamiento del mundo y del momento. Nunca, como ese día, se habían sentido desbordantes de esperanza y de adoración. El grito de Pedro convertíase en el grito del ejército pequeño fervoroso que bajaba por la ladera hacia la ciudad reina. "¡Hosana al hijo de David!" repetían las voces de los jóvenes y de las mujeres. también los discípulos, a pesar de saber que ése era el cortejo de un moribundo, también los discípulos casi empiezan, en aquella impetuosa alegría, a esperar de nuevo.
El cortejo se aproximaba a la misteriosa, a la sorda, a la enemiga ciudad, con la furia sonora de un torrente que no respeta más diques. estos campesinos, estos provincianos van delante, flanqueados por un movible simulacro de bosque, cual si quisieran llevar dentro de las murallas hediondas, en los callejones obtusos, un poco de campo y de libertad. los más atrevidos han cortado, a medida que avanzaban,ramas de mirto, ramas de olivo y ramas de sauces, como para las fiestas de los Tabernáculos. Y las agitan en alto, gritando las apasionadas palabras de los Salmos, mirando hacia la cara ardiente de "aquel que viene en nombre de Dios".
Ya la primera legión cristiana está a las puertas de Jerusalén y las voces de homenaje no callan: "¡Bendito al Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz y gloria en las alturas!" Estos gritos llegan a los oídos de los Fariseos que han acudido, reservados y severos, a ver qué significa esta sediciosa algarabía.Y los gritos han escandalizado a essos prudentes oídos, han turbado a esos corazones sospechosos. Algunos de ellos, bien envueltos en sus capas doctorales, de entre la muchedumbre, le gritan a Jesús: "Maestro, ¡llama al orden a tus discípulos! ¿No sabes que esas palabras no se pueden dirigir sino al Señor o a Aquel que ha de venir en su nombre?" Y él sin detenerse: "¡Yo os digo en verdad, que si éstos se callan ¡gritarán las piedras!"
Las inmóviles calladas piedras que Dios, según Juan, hubiera podido transformar en hijos de Abrahán, las ardientes piedras del Desierto, que jesús no quiso convertir en pan a pesar de la invitación del Adversario; las enemigas piedras de los caminos, que dos veces fueron recogidas para apedrearlo; las sordas piedras de Jerusalén serían menos sordas, menos frías, menos insensibles que las almas de los Fariseos.
pero con aquella respuesta Jesús confirmó ser él el Cristo. Es una declaración de guerra. En efecto, el nuevo Rey, apenas entrado en su ciudad, da la señal del asalto.