"He aquí yo envío el Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado." Éxodo 23:20
Palabras de San Pío de Pietrelcina sobre nuestro Ángel de la Guarda:
“Todos nosotros, según la tradición de la Iglesia, tenemos un ángel con nosotros, que nos custodia. Cuántas veces hemos escuchado: ‘Pero… esto… debería ser así, esto no va, debes estar atento…’: ¡tantas veces! Es la voz de nuestro compañero de viaje.
Podemos estar seguros de que él nos llevará hasta el final de nuestra vida con sus consejos; por eso hemos de escuchar su voz y no rebelarnos… Porque la rebelión, las ganas de ser independiente, es una tentación que todos nosotros tenemos; es la soberbia, la que tuvo nuestro padre Adán en el Paraíso terrenal: la misma. No te rebeles: sigue los consejos del ángel”.
“Y cuando no queremos escuchar su consejo, escuchar su voz, es como decirle: ‘¡Vete, vete!’. Echar al compañero de camino es peligroso, porque ningún hombre, ninguna mujer puede aconsejarse a sí mismo. Yo puedo aconsejar a otro, pero no puedo aconsejarme a mí mismo. Está el Espíritu Santo que me aconseja, está el ángel que me aconseja.
Esta no es una doctrina sobre los ángeles un poco fantasiosa: no, es realidad. Lo que Jesús, lo que Dios, ha dicho: ‘Yo envío un ángel ante ti para custodiarte, para acompañarte en el camino, para que no te equivoques’”.
“Yo, hoy, haría la pregunta: ¿cómo es mi relación con el ángel custodio? ¿Lo escucho? ¿Le digo buen día, a la mañana? ¿Le digo: ‘custódiame durante el sueño’? ¿Hablo con él? ¿Le pido consejo? Él está a mi lado.
Estas preguntas podemos responderlas hoy, cada uno de nosotros: ¿Cómo es mi relación con este ángel que el Señor ha enviado para custodiarme y acompañarme en el camino, y que ve siempre el Rostro del Padre que está en los cielos?”.
ORACIÓN DE SAN PÍO DE PIETRELCINA AL ÁNGEL DE LA GUARDA
Oh Santo Ángel de la guarda
Cuida de mi alma y de mi cuerpo.
Ilumina mi mente para que conozca mejor al Señor
y lo ame con todo el corazón.
Ayúdame en mis oraciones,
para que no ceda a las distracciones y ponga la mayor atención.
Asísteme con tus consejos,
para que vea el bien y lo haga con generosidad.
Defiéndeme del enemigo infernal y sosténme en las tentaciones,
para que salga siempre vencedor.
Suple mi frialdad en el culto del Señor,
y no dejes de custodiarme hasta que no me hayas llevado al Paraíso,
donde juntos alabaremos a Dios por toda la eternidad.
Amén.