Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos"
(San Buenaventura)

2.1.16

 Nada ni nadie nos puede alejar de Dios

Con toda la adhesión del corazón nos consagramos en la ermita interior y en su misterio... El alma se dispone, jornada tras jornada, a fin de desasirse de todo y acoger al Verbo que es engendrado en su secreto y en su fondo.
A primera vista todo parece débil y flojo, casi hasta provisorio... Las tormentas no son escasas y surgen con nuevos bríos en los horizontes nublados...
Si dejamos obrar a Aquél que es nuestra Vida... Si no inventamos reparos o nos detenemos en respetos humanos, hemos de reposar, como Juan, en su Corazón...
Pero una vez, en medio de no sé cuáles confusiones, nos pareció que perdíamos la atención y la paz... Las agresiones de cercanos y lejanos, esas "agresiones emotivas" tan frecuentes en esta hora, tan del gusto del mundo: nos dieron la impresión de que habíamos sido arrancados de la ermita y del silencio del corazón, que Dios callaba y se escondía ante tanto ruido y desconcierto, que las torpezas y los aludes nos habían privado de la vida y del don de Dios.
Entonces, como San Antonio, como Santa Catalina, preguntamos: -¡Señor, dónde estabas, dónde estás! Y su respuesta fue siempre la misma: -Nunca he estado tan cerca.
Basta una invocación en el corazón para que nos demos acabada cuenta de que nada ni nadie puede apartarnos de esa ermita y morada secreta, porque es el Padre, que ve en lo secreto, Quien está y en Quien estamos, somos, nos movemos y existimos...
Nadie nos arrebató nada...
Entra, pues, en tu morada secreta, cierra la puerta y no te muevas de allí, que nadie puede apartarte de tu Bien.

Alberto E. Justo
http://flordelyermo.blogspot.com