Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos"
(San Buenaventura)

25.3.16

Viernes Santo

 
Viernes Santo de dolor. Viernes Santo de esperanza. Y de purificación. Con una aflicción interior muy profunda, la Iglesia medita sobre la muerte de Cristo. Pero no sólo se trata de un episodio de dolor, muerte y redención. Con su martirio nace el dolor, pero también surge una gran esperanza.
La Pasión del Señor es el epílogo de la vida de Jesucristo y es el principio de la del espirítu humano.
En el día de su muerte, resucita el hombre. Porque mientras Cristo muere abrazando la cruz y perdonando a los que lo crucificaron, el hombre resucita a la gracia, a la amistad con el Señor.
Pero el Señor no lo deja huérfano. Antes de dar el último grito de dolor, consagra a Su Madre, la Santísima Virgen María, como la Madre del mundo entero. Y queda también en la Eucaristía.
En mi interior, el Viernes Santo se recrea y una extraordinaria sensación me envuelve en el abrazo de Cristo que muere. Es inevitable alabar a Dios por su Infinita Misericordia que santifica amorosamente a toda la humanidad.
La santificación no está en la palabra. Es una donación que se adquiere y que se realiza en la práctica de la virtud. Ahora, la Economía divina se presenta en un sentido de redención y perdón. 

Extraído de las homilías del Pbro. José Mario Pantaleo.