San Juan Pablo II, quien añadió los misterios luminosos al rezo del Santo Rosario, escribió en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” que este rezo mariano “en su sencillez y profundidad, sigue siendo también, en este tercer Milenio apenas iniciado, una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad”.