obispo y doctor de la Iglesia
Conversando con Dios (“Manière de converser avec Dieu”, éd. Le Laurier, 1988), trad. sc©evangelizo.org
Seducir al Corazón de Dios
Alma devota, grave profundamente en su espíritu esta enseñanza, común a los maestros de vida espiritual: después de sus infidelidades, es necesario retornar enseguida a Dios, mismo si cae cien veces por día. Esto le devolverá enseguida la paz. (…) Entre amigos que se aman desde el fondo del corazón, no es raro que un roce reparado por humildes excusas, estreche aún más la amistad. Haga que así sea entre Dios y usted: utilice sus faltas para hacer más estrecha su unión de amor con él.
Le ocurre de estar confundido ante una decisión a tomar o un consejo a dar. También en este caso, no tema y no deje de actuar con Dios como hacen entre ellos los amigos fieles. En toda ocasión se consultan: consulte a Dios, pídale de sugerirle la solución que sería más de su agrado: “Señor, concédeme la fuerza para realizar mi cometido, por medio de mis palabras seductoras” (cf. Jdt 9,9). Sugiéreme lo que debo hacer o responder y así lo haré. “Habla Señor, porque tu servidor escucha” (1 Sam 3,10).
Ofrezca a Dios un testimonio de confianza amical al hablarle no sólo de sus cuestiones personales sino también de las de su prójimo. ¡Qué placer para el corazón de Dios, si usted olvida a veces sus propias preocupaciones y recuerda la gloria o infortunios de otros! “¡Oh Dios, tan digno de amor, hágase conocer y amar! ¡Qué su reino sea adorado y bendecido por todos, qué su amor reine en todos los corazones!” (…)
Concluyamos. Si quiere seducir el Corazón amante de su Dios, aplíquese a hablarle lo más seguido posible y, en cierta forma, continuamente y con la más entera y confiada libertad. No dejará de responderle y de prolongar él mismo la conversación.