Isaac el Sirio (siglo VII)
Discursos ascéticos, 1ª serie, nº 20
«El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será ensalzado»
Ahora bien, esto es lo mismo que había dicho la Escritura Santa:
los misterios se revelan a los humildes. Es a los humildes a los que se
les concede recibir este Espíritu de las revelaciones que les descubre
los misterios. Por eso los santos han dicho que la humildad es la que
realiza en las almas la contemplación divina. Que nadie, pues, se
imagine que ha alcanzado la talla suficiente de humildad porque en algún
momento le haya venido un pensamiento de compunción, o porque haya
derramado algunas lágrimas... Sino que si un hombre ha vencido a todos
los espíritus contrarios..., si cuando ha derrotado o sometido todas las
fuerzas enemigas, entonces siente que ha recibido esta gracia, cuando
«el Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde» (Rm 8,16)
según la misma palabra del apóstol Pablo, ésta es la perfección de la
humildad. Bienaventurado el que la posee. Porque siempre se apoya en el
pecho de Jesús (cf. Jn 13,25).