monja benedictina
El Heraldo, Libro III, (SC 143. Œuvres spirituelles, Cerf, 1968)
trad. sc©evangelizo.org
Apliquemos nuestra meditación a la Pasión de Cristo
Le fue enseñado (a Gertrudis) que cuando nos tornamos hacia el crucifijo, debemos considerar que el Señor nos dice con su tierna voz, en el fondo del corazón: “He aquí cómo, a causa del amor que te tengo, fui suspendido a la cruz, desnudo y despreciable, el cuerpo cubierto de heridas y todos los miembros dislocados. Sin embargo, mi corazón está lleno de tan tierno amor por ti que, si tu salvación lo exigiera y no pudiera ser realizada de otra forma, aceptaría de soportar hoy por ti sola lo que puedes ver que he soportado por el mundo entero”. Estas reflexiones nos deben llevar a la gratitud, ya que es por gracia de Dios que nuestra mirada encuentra un crucifijo. (…)
En otra ocasión, aplicando su espíritu a meditar la Pasión del Señor, comprendió que la meditación de oraciones y enseñanzas relativas a la Pasión del Señor, es de una eficacia infinitamente más grande que otro ejercicio. Porque lo mismo que es imposible tocar harina sin que un resto quede en las manos, de igual modo no es posible, aún con poco fervor, pensar a la Pasión del Señor sin obtener algún fruto. Mismo el que hace una lectura simple de la Pasión, al menos dispone su alma a recibir el fruto. Esta simple atención del que se ejerce en recordar la Pasión de Cristo, es más útil que una atención más constante pero no referida a la Pasión del Señor.
Por eso, sin cesar, tengamos cuidado de aplicar frecuentemente nuestra meditación a la Pasión de Cristo. Que ella devenga como panal de miel en la boca, melodiosa música para el oído, canto de alegría en el corazón.
En otra ocasión, aplicando su espíritu a meditar la Pasión del Señor, comprendió que la meditación de oraciones y enseñanzas relativas a la Pasión del Señor, es de una eficacia infinitamente más grande que otro ejercicio. Porque lo mismo que es imposible tocar harina sin que un resto quede en las manos, de igual modo no es posible, aún con poco fervor, pensar a la Pasión del Señor sin obtener algún fruto. Mismo el que hace una lectura simple de la Pasión, al menos dispone su alma a recibir el fruto. Esta simple atención del que se ejerce en recordar la Pasión de Cristo, es más útil que una atención más constante pero no referida a la Pasión del Señor.
Por eso, sin cesar, tengamos cuidado de aplicar frecuentemente nuestra meditación a la Pasión de Cristo. Que ella devenga como panal de miel en la boca, melodiosa música para el oído, canto de alegría en el corazón.