Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo. Es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios. Es "el misterio escondido desde siglos"
(San Buenaventura)

15.7.23

15 de julio: San Buenaventura

 

 El Itinerario de la Mente hacia Dios: La sabiduría misteriosa revelada por el Espíritu Santo

Cap. 7, 1. 2. 4. 6: Opera omnia 5, 312-313

Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo, él, que es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios y el misterio oculto desde los siglos. El que mira plenamente de cara este propiciatorio y lo contempla suspendido en la cruz, con fe, con esperanza y caridad, con devoción, admiración, alegría, reconocimiento, alabanza y júbilo, este tal realiza con él la pascua, esto es, el paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar Rojo, sale de Egipto y penetra en el desierto, donde saborea el maná escondido, y descansa con Cristo en el sepulcro, como muerto en lo exterior, pero sintiendo, en cuanto es posible en el presente estado de viadores, lo que dijo Cristo al ladrón que estaba crucificado a su lado: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
Para que este paso sea perfecto, hay que abandonar toda especulación de orden intelectual y concentrar en Dios la totalidad de nuestras aspiraciones. Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por esto dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu Santo.
Si quieres saber cómo se realizan estas cosas, pregunta a la gracia, no al saber humano; pregunta al deseo, no al entendimiento; pregunta al gemido expresado en la oración, no al estudio y la lectura; pregunta al Esposo, no al Maestro; pregunta a Dios, no al hombre; pregunta a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que abrasa totalmente y que transporta hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos. Este fuego es Dios, cuyo horno, como dice el profeta, esta en Jerusalén, y Cristo es quien lo enciende con el fervor de su ardentísima pasión, fervor que sólo puede comprender el que es capaz de decir: Preferiría morir asfixiado, preferiría la muerte. El que de tal modo ama la muerte puede ver a Dios, ya que está fuera de duda aquella afirmación de la Escritura: Nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo. Muramos, pues, y entremos en la oscuridad, impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones; pasemos con Cristo crucificado de este mundo al Padre, y así, una vez que nos haya mostrado al Padre, podremos decir con Felipe: Eso nos basta; oigamos aquellas palabras dirigidas a Pablo: Te basta mi gracia; alegrémonos con David, diciendo: Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna. Bendito el Señor por siempre, y todo el pueblo diga: «¡Amén!»

(San Buenaventura)

fuente: deiverbum.org 

 

Obispo franciscano, cardenal, doctor de la Iglesia
  Bagnoregio (Italia), ca.1221 - Lyón, 15-julio-1274

Vida

Trazar la biografía de San Buenaventura de Bagnoregio es un trabajo dificultoso. La cronología del personaje está perfectamente establecida, también lo está la de sus obras, pero la historia real no ha podido nunca establecerse con exactitud. […] Los historiadores oscilan sobre la fecha de su nacimiento, la sitúan entre 1217 y 1221. Los cronistas franciscanos del siglo XIII sugieren 1221.
La infancia es un período oscuro del que se conocen pocos datos: el nacimiento en Bagnoregio, villa de los Estados Pontificios, en el distrito de Viterbo, cerca de Orvieto, en la antigua Tuscia Romana; el nombre de sus padres, Juan de Fidanza, médico, y María Ritelli; el aprendizaje de las primeras letras en el convento franciscano de Bagnoregio, en el que fue oblato (puer oblatus). El mismo Buenaventura evoca de esta época, con agradecido recuerdo, un favor de San Francisco: la curación. Buenaventura era un niño en peligro de muerte. Su madre hizo un voto a San Francisco pidiendo su curación. No se puede precisar la fecha, pero habrá que situarla siempre después de 1226, año de la muerte de San Francisco.
En la vida de Buenaventura acabó ocurriendo lo que acaecía en la vida de tantos jóvenes del siglo XIII: las primeras letras no eran suficientes y se encaminaban al centro del saber de entonces, la Universidad de París.
Juan de Fidanza, éste era el nombre de Buenaventura, cumple rigurosamente los estudios de artes, que era el paso obligado para las facultades de Medicina, Derecho Civil, Derecho Canónico y Teología. De septiembre a junio, durante siete años escolares, han ocupado el tiempo de estudio las lecturas de Prisciano, Boecio, Tolomeo, Euclides, Cicerón y, sobre todo Aristóteles, cuyas obras llegaban a París en la traducción de la Escuela de Toledo.

La Vocación Franciscana

En 1219 los franciscanos llegan a París enviados por San Francisco. […] No cabe duda de que el ambiente de vida evangélica y de estudio acabaron decidiendo la vocación franciscana de Juan de Fidanza. Lo confiesa en una carta dirigida a un maestro desconocido: lo que más admiraba en la orden franciscana es que sus orígenes son como los de la Iglesia, que comenzó con sencillos pescadores de Galilea y acabó teniendo famosos doctores. Es lo que puede verse en la Orden de los Menores. Juan de Fidanza ingresó en la orden en 1243. […]
Vocación franciscana y vocación de teólogo corren parejas en Buenaventura. Yo me atrevería a decir que son inseparables. Como el hombre es inseparable de su propia obra. La figura de San Francisco comienza desde ahora a adquirir una especial importancia en la obra de Buenaventura. Tendrá que justificar teológicamente su persona y su misión eclesial y la de la orden. Tendrá que interpretar su vida de acuerdo con la sistematización teológica de su personal visión de la vida espiritual. Sin Francisco resulta incomprensible gran parte de la obra teológica de Buenaventura. Es un símbolo del hombre modelado por la gracia. un modelo a seguir por sus frailes. Para ellos será la verdadera forma de los Menores.

El servicio a los hermanos

Cuando el 2 de febrero de 1257, Buenaventura aún es elegido ministro general ha cumplido cuarenta años. Quizá tenga treinta y seis. Por varios motivos, el momento es difícil. […] La actividad de Buenaventura como ministro general es muy ponderada. Ha estado dirigida a mantener la paz de las conciencias. Se ha preocupado de la observancia de la regla, a la que considera como renovación cle la vida evangélica. La vida de los frailes debe renovar la vida de los apóstoles del Señor, Su programa de gobierno más que creador de cosas nuevas estuvo dirigido a continuar la línea de sus predecesores. Hoy se conoce un texto primitivo de constituciones emanadas de los capítulos generales anteriores, que son la base de su trabajo de compilación de las constituciones anteriores, que con algunos retoques, se convirtieron en el texto oficial de las llamadas constituciones de Narbona, publicadas en 1260.
Buenaventura, como teólogo de la vida espiritual y teólogo de la vida franciscana, orienta todo a la contemplación. Es también la orientación profunda de todo su pensamiento teológico. El camino para llegar a ella es la suma simplicidad y la suma pobreza. Pobreza absoluta, pobreza penosa que conoce reales carencias de cosas materiales; pero la pobreza no es un ídolo a quien servir; no es un fin, sólo es un medio para llegar a la perfección. Ser pobre significa seguir desnudo a Cristo desnudo. Y esta pobreza es esencial a la vida franciscana.
Cuando Buenaventura accede al generalato, la orden ha conocido ya todo un camino de evolución, debido a factores muy diversos. Como todo organismo vivo estaba sujeto a las leyes de las transformaciones. La labor de Buenaventura fue consolidar la evolución. Darle también un código de gobierno, las constituciones de Narbona, Buenaventura se encuentra al frente de una orden numerosa, que es la primera fuerza de la Iglesia del siglo XIII. En ella tiene su puesto, La base de esta integración es la regla franciscana, aprobada por el Papa en noviembre de 1223 e interpretada a la luz de las declaraciones pontificias. Buenaventura no crea una nueva orden, ni siquiera se le puede llamar el segundo fundador de la misma. […]

El Cardenal Obispo de Albano

El período más breve de la vida de San Buenaventura es el de obispo de Albano. No quiere decir que sea el menos intenso. El 13 de abril de 1273, el papa Gregorio X convocó para el año siguiente un concilio ecuménico que se ocuparía de tres temas: la reforma de la Iglesia, la unión de las Iglesias griegas y la ayuda a Tierra Santa.
En el momento de su elección en el cónclave de Viterbo, Gregorio X se encontraba en Siria. Había conocido y valorado la trágica situación de Tierra Santa y había visto la necesidad de una acción conjunta entre griegos y latinos para liberar el Santo Sepulcro. El papa preparó concienzudamente el programa de los tres temas centrales del concilio con la ayuda de Buenaventura. […]
Buenaventura tendrá que armonizar las tareas de la preparación del concilio con el gobierno de la orden y su última intervención en la vida universitaria de París. El 12 de junio de 1271 preside el capítulo general; después visita Barcelona. Regresa a Lyón para pasar el invierno y en la primavera de 1272 está de nuevo en París para pronunciar las conferencias sobre el Hexaémeron.

La última palabra de un Teólogo

Desde comienzo del siglo XIII, en la Universidad de París se respiraba un aire en el que los principios de una filosofía pagana tomaban carta de ciudadanía en el estudio de la teología. Las sucesivas prohibiciones del aristotelismo, por parte de la autoridad eclesiástica, habían intentado controlar la situación.
Buenaventura llega a advertir que los nuevos teólogos aborrecen la Sagrada Escritura, como si se tratase de un bosque oscuro y desordenado. En dos ocasiones, el ministro general había intervenido en el Estudio General de París para mostrar que la moral cristiana tiene su fundamento en los preceptos del Señor y en los dones del Espíritu Santo. Cuando participa por última vez en la lucha antiaverroísta, entre Pascua y Pentecostés de 1272, su intervención tiene un singular valor. Es la última palabra de un teólogo sobre la ciencia de su tiempo. Su contribución es un torrente que recoge aguas de muchos arroyos. Expone su pensamiento en una nueva clave: el misterio de Cristo. Su propósito es mostrar que en Cristo están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
Este programa de sabiduría cristiana queda truncado para siempre. El papa le pide su colaboración en los trabajos conciliares. […] El último año de la vida de Buenaventura lo ocupan los trabajos conciliares. En octubre viaja a Lyón adonde llega el 3 de noviembre. […] En la noche del 14 al 15 de julio murió Buenaventura, Le dieron sepultura el domingo 15 de julio en la iglesia de los franciscanos de Lyón. En los funerales predicó su amigo dominico Pedro de Tarantasia, futuro papa Inocencio V. Asistieron el papa con su curia y la mayor parte de los padres presentes en el concilio. El lunes 16 de julio, en la apertura de la sesión conciliar el papa Gregorio X pronunció una alocución, en ella recordó los méritos de Buenaventura. Pidió a todos los prelados que celebrasen una misa por él.

El camino hacia los altares

La canonización de Buenaventura estuvo bloqueada por espacio de dos siglos. Las causas son muy diversas. El domingo 14 de abril de 1482 Buenaventura es canonizado en la basílica vaticana con un solemne rito oficiado por el papa Sixto IV. Sixto V, al igual de Pío V había hecho con Tomás de Aquino, lo declaró doctor de la Iglesia en 1588. En la mente del papa, además de su devoción personal, había razones de otro tipo: la difusión de la doctrina de Buenaventura, para que eruditos y piadosos recibiesen frutos abundantes. De esta decisión y de esta intención nació el Colegio Sixtino de San Buenaventura en Roma y la edición vaticana de sus obras.

Francisco de Asís Chavero Blanco O.F.M.

fuente: dominicos.org