Hoy, a las 12 del mediodía, sonaron campanas en todo el país por nuestro Papa Francisco.
Aquí, en la ciudad de Buenos Aires, en La Catedral, en el Cabildo y otros históricos edificios y en las Iglesias de algunos barrios.
Sabemos que también resonaron en las pequeñas capillas diseminadas por todo el territorio de este país, aún en La Quiaca, en Tierra del Fuego y otros lejanos lugares.
Foto: Agencias
Pienso que, a veces, las coincidencias, nos dejan una sensación agradable.
Digo esto porque, mientras estaba en el patio de mi casa, escuchando el débil, pero audible sonido de una campanada, una ráfaga de viento depositó a mis pies, desde la calle, una pequeña hoja arrancada a un libro.
La hoja, de un color marfil subido, por su vejez, provenía de una obra de Amado Nervo (gran poeta y prosista mexicano), el fragmento n° XXVIII de su obra "Plenitud" y se titula "El bien que podemos hacer".
Me permito copiar el texto:
"Los males que no puedes remediar son infinitos. Pero los que puedes remediar son tantos que, si en conjunto estudias el bien que has hecho en el año, por ejemplo, la labor resulta enorme para tus fuerzas y te parece un sueño haberla realizado.
También en esto un grano produce una espiga.
La capacidad de bien que hay en el alma humana es desconcertante por su grandeza.
El poder que para el bien nos fue concedido es de una enormidad que pasma.
Así vemos hombres destituídos de todo recurso, que realizan milagros de caridad, que cambian la organización de las sociedades, que sacan de quicio al mundo y lo renuevan.
Asombra pensar lo que sería nuestro planeta si todos los humanos estuviesen educados para el amor en vez de estar educados para el egoísmo y aún para el odio.
El eje moral del mundo sería, como si dijéramos, perpendicular al plano de la elíptica del deber, y una divina primavera reinaría en las moradas de los hombres..."